miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Cómo superar la tristeza?


   “Cuando mis amigos tienen problemas, allí estoy yo para ayudarlos y hacerlos sentir mejor. Pero entonces —y esta es la parte que casi nadie sabe—, al llegar a casa, me encierro en mi cuarto y empiezo a llorar.” (Kellie)*
   “Cada vez que estoy triste, me aíslo. Si me invitan a salir, invento una excusa para quedarme. Soy un experto en ocultarle a mi familia mi tristeza. Ellos creen que estoy bien.” (Ricardo)

   ¿TE HAS sentido alguna vez como Kellie o Ricardo? Si así es, no te apresures a pensar que algo anda mal en ti. Lo cierto es que todos nos ponemos tristes de vez en cuando. De hecho, la Biblia habla de hombres y mujeres fieles que pasaron por momentos de aflicción.
   En algunas ocasiones sabrás por qué estás melancólico; en otras no. Anna, de 19 años, comenta: “No tienes que pasar por una experiencia traumática para sentir tristeza; puede darte cuando sea, aunque no tengas problemas. Es extraño, pero sucede”.
Sin importar la causa, si es que la hay, ¿qué puedes hacer cuando te invade la tristeza?

Fíjate en los siguientes consejos.
   1. Habla con alguien. La Biblia declara: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17).
Kellie:  “Es increíble, pero hablar con alguien y saber que me entiende es un alivio. Siento como si arrojaran una cuerda para ayudarme a salir del hoyo en el que estaba atrapada”.
Sugerencia: Escribe el nombre de un amigo de confianza con quien puedas hablar cuando te sientas triste.
   2. Ponlo por escrito. Si la tristeza nubla tu manera de ver las cosas, trata de escribir lo que piensas. El rey David, por ejemplo, expresó un profundo pesar en algunos de sus salmos (Salmo 6:6). Poner por escrito tus sentimientos puede ayudarte a “salvaguarda[r] la sabiduría práctica y la capacidad de pensar” (Proverbios 3:21).
Elena: “Escribir me ayuda a organizar la maraña de pensamientos que me invade cuando estoy depre. Si expresas tus sentimientos y haces lo posible por aclararlos, te sientes mejor”.
Sugerencia: Hay quienes acostumbran tener un cuaderno disponible. ¿Por qué no haces tú lo mismo? De este modo, cuando estés triste, podrás describir tus sentimientos y las razones por las que te sientes así. Al cabo de un mes vuelve a leer lo que escribiste. Si entonces te sientes mejor, anota lo que te ayudó.
   3. Cuéntale a Dios tus inquietudes. Si lo haces, la Biblia asegura que “la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará [tu corazón] y [tus] facultades mentales” (Filipenses 4:7).
Esther: “Aunque trataba de entender por qué me sentía tan desanimada, no lo lograba. Le pedí a Jehová que me ayudara a ser feliz. Estaba cansada de sentirme tan mal sin razón, pero por fin superé esos sentimientos. Uno nunca debe menospreciar el poder de la oración”.
Sugerencia: Utiliza Salmo 139:23, 24 como modelo para orarle a Jehová. Ábrele tu corazón y pídele ayuda para entender el motivo de tu tristeza.
Además de estos consejos, cuentas con la valiosa ayuda de la Palabra de Dios (Salmo 119:105). Llenar tu mente de ideas positivas extraídas de algunas porciones de la Biblia puede tener un buen efecto en lo que piensas, sientes y haces (Salmo 1:1-3). El libro bíblico de Hechos, por ejemplo, contiene emocionantes relatos que de seguro te animarán. El volumen 2 del libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas, editado por los testigos de Jehová, puede ayudarte a sacarle provecho a tu lectura de la Biblia. Allí, en los nueve apartados titulados “Buenos ejemplos”, aprenderás sobre personajes bíblicos como José, Ezequías, Lidia y David. De hecho, en la página 227 verás de qué manera el apóstol Pablo venció los sentimientos negativos que le causaron sus propios errores.
Ahora bien, ¿qué hay si, a pesar de tus esfuerzos, no mejora tu estado de ánimo?

Cuando la tristeza no desaparece

   “Algunas mañanas —dice Raúl— pienso que sería más fácil quedarme en la cama para no tener que enfrentar otro día sin sentido.” Al igual que muchos, Raúl padece de depresión clínica. Varios estudios indican que 1 de cada 4 jóvenes sufre de algún tipo de depresión antes de llegar a la adultez.
   Con esfuerzo y la ayuda de otras personas puedes salir del hoyo de la tristeza
¿Cómo puedes saber si tienes depresión? Algunos de los síntomas son los siguientes: marcados cambios de humor y conducta, aislamiento social, pérdida de interés general, alteraciones en el apetito y el sueño, así como sentimientos de inutilidad o de culpa sin razón.
   Es cierto que casi todos hemos tenido uno o varios de dichos síntomas alguna vez. No obstante, si estos persisten durante unas cuantas semanas, ¿por qué no les dices a tus padres que te gustaría buscar ayuda profesional? Un doctor tal vez pueda ayudarte a determinar si tu tristeza se debe a razones médicas.#
   Si padeces de depresión clínica, no tienes por qué avergonzarte. Con tratamiento médico adecuado, muchos de los que sufren de esta enfermedad llegan a sentirse mejor, como tal vez no se habían sentido desde hacía tiempo. Por lo tanto, sea que tu desánimo se deba a la depresión o no, ten presentes las consoladoras palabras de Salmo 34:18: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu”.

LO QUE OPINAN OTROS JÓVENES

Drenelle
   “Si pienso demasiado en mí, me viene la tristeza. Pero cada vez que puedo hacer cosas por otros, me concentro en ellos, y ayudarlos me pone bien.”

Rebekah
   “Seguir un buen programa de ejercicio me mantiene de buen humor porque me ayuda a sentirme bien conmigo misma y a descargar mis energías. Acabo tan cansada que no me quedan fuerzas para estar triste.”

PARA PENSAR

  • Y a ti, ¿te hace bien llorar? “No soy de mucho llorar, pero es algo que necesito hacer en mis momentos de tristeza. Llorar con ganas me ayuda a recuperarme, a pensar bien las cosas y a ver el futuro de manera más positiva.” (Liliana.)
  • ¿Cómo puede levantarte el ánimo la compañía de otras personas? “Sé que no debo aislarme cada vez que estoy triste. Claro, a veces tengo que estar sola para entender lo que siento e incluso darme una buena llorada. Pero después necesito estar rodeada de gente para sacarme de la cabeza lo que me haya puesto triste.” (Cristina.)
Extraída de ¡Despertad! de septiembre de 2010

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Cómo sobrellevar la muerte de uno de mis padres?


“Cuando mi madre murió, me sentí totalmente perdida y vacía. Ella era la que mantenía unida a la familia.” (Karina)


  POCAS cosas en la vida te afectarán tanto como la muerte de uno de tus padres. Además del profundo dolor de haberte quedado huérfano, te ves cara a cara con un futuro muy distinto del que te habías imaginado.

   Seguramente esperabas que tus queridos padres compartieran tu felicidad en fechas tan importantes como la de tu graduación o la de tu boda. Pero esos sueños se han derrumbado y te sientes triste, frustrado y airado. ¿Cómo puedes afrontar el aluvión de sentimientos que te inundan tras semejante pérdida?
“¿Es normal que me sienta así?”

   Al enterarte de que se ha muerto tu padre o tu madre, puede que te embarguen sentimientos que jamás hayas experimentado. Bernardo, que solo tenía 13 años cuando su padre falleció de un ataque al corazón, dice: “Lo único que pudimos hacer aquella noche fue llorar y abrazarnos”. Natalia tenía 10 años cuando su padre murió de cáncer. “No sabía cómo reaccionar —recuerda—. No sentía nada, ninguna emoción.”

   Cada persona reacciona de una manera diferente. Como bien dice la Biblia, “cada cual [tiene] su propia plaga y su propio dolor” (2 Crónicas 6:29). Con esto presente, reflexiona unos momentos en cómo te ha afectado a ti la muerte de tu padre o tu madre.

   A veces el dolor puede llegarte como olas que van y vienen y luego rompen cuando menos te lo esperas. Esto también es normal, aunque ya hayan pasado varios años. Ahora bien, ¿cómo sobrellevar el dolor que sientes?


Algunas sugerencias


   No contengas las lágrimas. Llorar ayuda a aliviar el dolor. Pero quizás te pase como a Alicia, que tenía 19 años cuando perdió a su madre. Ella confiesa: “Temía que los demás pensaran que me faltaba fe si exteriorizaba mis emociones”. No obstante, Jesucristo “cedió a las lágrimas” cuando murió su querido amigo Lázaro, y eso que era perfecto y tenía mucha fe en Dios (Juan 11:35). De modo que no temas desahogarte llorando. Las lágrimas no son sinónimo de falta de fe. La propia Alicia añade: “Finalmente rompí a llorar. Lloré mucho; todos los días”.

   Procura vencer los sentimientos de culpa. “Siempre iba al cuarto de mamá para darle un beso de buenas noches. Pero un día no lo hice, y a la mañana siguiente falleció —dice Karina, que tenía 13 años cuando murió sumadre—. Por extraño que parezca, me siento culpable por no haber ido a verla aquella última noche y por todo lo que sucedió al otro día. Papá nos había pedido a mi hermana y a mí que estuviéramos pendientes de ella porque él tenía que salir en un viaje de negocios. Pero nos levantamos tarde, y cuando entré en su dormitorio, mamá ya no respiraba. Me sentí muy mal, pues ella estaba bien cuando papá se fue.”

   Puede que Karina tuviera remordimientos como “Si tan solo le hubiera pedido a papá que llamara al médico” o “Si tan solo hubiera ido antes a ver a mamá”. Es posible que tú también te sientas un tanto culpable por las cosas que no hiciste y que te tortures pensando “Si tan solo hubiera hecho esto o aquello”. En tal caso, recuerda que son sentimientos normales. De haber sabido lo que iba a pasar, habrías actuado de otro modo, pero no lo sabías. Así que no te condenes. Tú no tienes la culpa de lo que sucedió.

   Abre tu corazón. Proverbios 12:25 dice: “Las palabras de aliento [...] traen alegría” (La Palabra de Dios para Todos).Si te encierras en ti mismo te será más difícil sobrellevar el dolor. En cambio, si le abres tu corazón a un confidente, recibirás “las palabras de aliento” que tanto necesitas. Trata de hacer lo siguiente.

   El dolor puede llegarte como una ola que rompe cuando menos te lo esperas

   Habla con tu padre o madre superviviente. Aunque esté atravesando el dolor de haber perdido a su cónyuge, querrá ayudarte. Cuéntale cómo te sientes. Seguro que esas conversaciones te consolarán y estrecharán la relación entre ambos.

Como ayuda para empezar la conversación, anota dos o tres cosas que te gustaría saber de tu difunto papá o mamá, y pregúntalas.


   Habla con algún allegado. La Biblia dice que un amigo verdadero es como “un hermano nacido para cuando hay angustia” (Proverbios 17:17). “A veces la ayuda te viene de quien menos lo esperas —comenta Alicia—. Así que no te retraigas de hablar.” Hay que reconocer que al principio quizás ni tú ni tu amigo encuentren las palabras adecuadas, por lo que esas conversaciones pueden resultar un poco incómodas. Pero a la larga te hará bien exteriorizar el dolor. David, que solo tenía nueve años cuando su padre falleció de un ataque al corazón, reconoce lo siguiente: “Me encerré en mí mismo. Ojalá no hubiera sido tan reservado. Habría sufrido menos”.

   Habla con Dios. Verás como te sientes mucho mejor cuando le abras el corazón a Jehová (Salmo 62:8). Pero no pienses que la oración es solo una especie de tratamiento milagroso. Ten presente que con ella nos dirigimos al “Dios de todo consuelo, que nos consuela en toda nuestra tribulación” (2 Corintios 1:3, 4).

   Uno de los medios que Jehová utiliza para consolar es su espíritu santo, el cual nos concede “poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7). Él también nos ofrece “el consuelo de las Escrituras” (Romanos 15:4). Por tanto, pídele que te dé espíritu santo y dedica tiempo a leer las animadoras palabras que se hallan en la Biblia (2 Tesalonicenses 2:16, 17). ¿Por qué no elaboras una lista de textos bíblicos que te resulten consoladores?

ESCRIBE UN DIARIO

Una joven escribiendo un diario
Hacer algunas anotaciones sobre tu difunto padre o madre puede ayudarte a sobrellevar la dolorosa pérdida. A continuación te ofrecemos algunas sugerencias que te pueden servir.
  • Haz una lista de recuerdos agradables.
  • Escribe lo que te gustaría haberle dicho.
  • Imagínate que tienes un hermano menor que está luchando con sentimientos de culpa. Anota lo que le dirías para consolarlo. Esto te ayudará a ver con más claridad tus propios sentimientos.

¿Dejaremos de sufrir algún día?

   El dolor de perder a un ser querido no desaparece de la noche a la mañana. “No se supera así como así —dice Mónica, cuya madre falleció cuando ella tenía 16 años—.Hay noches en las que lloro y lloro hasta quedarme dormida. Otras veces procuro no centrarme en la ausencia de mi madre, sino en lo que Jehová tiene preparado para nosotras en el Paraíso.”

   La Biblia nos garantiza que en el Paraíso que menciona Mónica, “la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4). Si meditas en esas promesas, verás como tú también puedes sobrellevar mejor la muerte de uno de tus padres.

PARA LOS PADRES

   La muerte del cónyuge es una experiencia muy dolorosa. Pero además, su hijo adolescente necesita ahora toda la ayuda que usted le pueda dar. ¿Cómo aliviar su dolor, sin relegar el que usted también siente?*
Resista el impulso de ocultar sus sentimientos. Su hijo ha aprendido muchas de las lecciones más valiosas de la vida observándolo a usted. Aprender a sobrellevar el dolor no será la excepción. De modo que no piense que tiene que hacerse el fuerte ocultándole sus sentimientos. Con eso solo conseguirá que él haga lo mismo. En cambio, si usted expresa su dolor, él aprenderá que es mejor exteriorizar los sentimientos que reprimirlos, y que es normal sentir tristeza, frustración o ira.
Anime a su hijo adolescente a que se exprese. Sin presionarlo, pídale que le abra su corazón. Si no parece muy dispuesto a hacerlo, lea con él este artículo. Háblele también de los gratos recuerdos que guarda de su cónyuge. Admita que se le hará difícil seguir adelante con su vida. Si su hijo le oye expresar sus sentimientos, querrá hacer lo mismo.
Reconozca sus limitaciones. Es natural que desee brindarle apoyo constante a su hijo durante estos momentos difíciles. Pero no olvide que usted ha sufrido la inmensa pérdida de su amado cónyuge y que, por tanto, no tendrá la misma fortaleza emocional, mental y física durante un tiempo (Proverbios 24:10). Así que tal vez necesite la ayuda de otros familiares adultos y amigos maduros. Reconocer las limitaciones es propio de personas sensatas y maduras. Proverbios 11:2 dice que “la sabiduría está con los modestos”.
   Pero la mejor ayuda procede del Creador, quien promete a sus siervos: “Yo, Jehová tu Dios, tengo agarrada tu diestra”. Y añade: “No tengas miedo. Yo mismo ciertamente te ayudaré” (Isaías 41:13).

*  Para simplificar la redacción, nos referiremos al huérfano utilizando el género masculino, aunque los principios aquí analizados son aplicables a ambos sexos.

Extraída de ¡Despertad! de agosto de 2009

¿Cómo puedo llevarme bien con mis hermanos?

 

    HAY hermanos que se llevan muy bien. Por ejemplo, Felicia, de 19 años, cuenta: “Una de mis mejores amigas es mi hermana Irene, que tiene 16 años”.* Y Carla, de 17, dice de su hermano Eric, que tiene 20: “Nos llevamos súper bien. Nunca nos peleamos”.

   Por otra parte, muchos se tratan como Lorena y Marla. “Nos peleamos por todo —explica Lorena—, hasta por lo más insignificante.” Quizás te identifiques con lo que Alicia, de 12 años, siente respecto a su hermano Daniel, de 14: “Me saca de quicio. Se mete en mi habitación y toma ‘prestadas’ mis cosas sin preguntar. ¡Es tan inmaduro!”.

   ¿Te pasa lo mismo con alguno de tus hermanos? Es cierto que tus padres tienen la responsabilidad de mantener el orden en el hogar. Sin embargo, tarde o temprano tendrás que aprender a llevarte bien con los demás, y eso es algo que puedes hacer mientras vives en casa.

   Piensa en las peleas que has tenido con tu hermano o hermana. ¿A qué se deben la mayoría de las veces? Mira la lista de abajo y observa lo que sea aplicable en tu caso o anota tú mismo lo que más te irrita de él o ella.
  • Objetos personales. Toma “prestadas” cosas mías sin pedírmelas.
  • Choques de personalidad. Se porta de forma egoísta o desconsiderada, o trata de controlar mi vida.
  • Privacidad. Entra en mi habitación sin llamar o lee mis mensajes de texto o de correo electrónico sin pedirme permiso.
   Si tu hermano te irrita continuamente —diciéndote lo que tienes que hacer o invadiendo tu privacidad— quizás te cueste evitar el resentimiento. Pero un proverbio bíblico dice: “El apretar la nariz es lo que produce sangre, y el apretar la cólera es lo que produce riña” (Proverbios 30:33). Si le guardas rencor, es probable que se produzca un estallido de rabia, igual que te puede sangrar la nariz si la aprietas. Lo único que conseguirás es que el problema empeore (Proverbios 26:21). ¿Qué puedes hacer para que una irritación no se convierta en una amarga discusión? El primer paso es identificar el auténtico problema.

¿Es una situación aislada, o un problema más profundo?

   Una disputa entre hermanos podría compararse a un grano. Aunque lo que se ve solo es una marca desagradable, salió porque había una infección. De forma similar, una pelea desagradable entre hermanos suele ser la prueba visible de un problema más profundo.
Joven mirándose en un espejo
Un problema entre hermanos podría compararse a un grano: para curarlo no solo hay que atacar el síntoma, sino el auténtico problema

  Podrías simplemente apretar el grano. Sin embargo, así solo atacarías el síntoma, y podría quedarte una cicatriz o agravarse el problema. Lo mejor para que no te salgan más granos sería tratar la infección. Lo mismo ocurre con una pelea entre hermanos. Si logras identificar su verdadera causa, no solo resolverás el incidente, sino que llegarás a la raíz del problema. También podrás poner en práctica el consejo del sabio rey Salomón, quien escribió: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera” (Proverbios 19:11).

   Por ejemplo, Alicia, citada antes, dijo de su hermano Daniel: “Se mete en mi habitación y toma ‘prestadas’ mis cosas sin preguntar”. 

   Ese es el incidente. Pero ¿cuál piensas que es el verdadero problema? Seguramente tiene que ver con el respeto.#
Alicia podría tratar de resolver el problema diciéndole a Daniel que nunca se meta en su habitación ni use sus cosas. Pero esa solución solo se centraría en el síntoma y seguramente provocaría más peleas. Sin embargo, si Alicia pudiera convencer a Daniel de que respete su privacidad y sus cosas, su relación sin duda mejoraría.

IDENTIFICA EL AUTÉNTICO PROBLEMA

¿Quieres identificar mejor los verdaderos problemas que tienes con tus hermanos? Te ayudará leer la parábola de Jesús sobre el hijo que abandonó el hogar y malgastó su herencia (Lucas 15:11-32).
Fíjate en cómo reaccionó el hermano mayor cuando el menor volvió a casa. Después, contesta las siguientes preguntas:
  • ¿Qué incidente irritó al hermano mayor?
  • ¿Cuál piensas que era el problema de fondo?
  • ¿Cómo trató de resolverlo el padre?
  • ¿Qué debía hacer el hermano mayor para solucionar el problema?
Piensa ahora en una discusión reciente que hayas tenido con alguno de tus hermanos. Luego, anota tus respuestas a estas preguntas.
  • ¿Por qué razón se pelearon?
  • ¿Cuál crees que era la causa real?
  • ¿Qué reglas básicas estarías dispuesto a seguir para evitar más peleas?

Aprende a resolver o evitar las peleas

Por supuesto, identificar el verdadero problema es solo parte de la solución. ¿Qué puedes hacer para resolverlo y evitar más peleas? Intenta dar los seis pasos siguientes.
  1. Pacta algunas reglas básicas. “Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial”, escribió el rey Salomón (Proverbios 15:22). Para no frustrarte, vuelve a mirar lo que marcaste como causa de las peleas entre tu hermano y tú. Junto con él, trata de encontrar reglas que ambos puedan comprometerse a seguir y que apunten al auténtico problema. Por ejemplo, si se pelean porque uno usa las cosas del otro sin permiso, la regla número uno podría ser: “Siempre pregunta antes de llevarte algo que sea de otra persona”. Y la regla número dos: “Respeta el derecho de tu hermano a decir que no puedes usar algo suyo”. Al elaborar estas reglas, piensa en este mandato de Jesús: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos” (Mateo 7:12). De esa forma establecerás reglas que tanto tú como tu hermano podrán seguir. Entonces habla de ello con tus padres para asegurarte de que aprueban el acuerdo (Efesios 6:1).
  2. Empieza por ser tú quien respete las reglas. El apóstol Pablo escribió: “Tú, sin embargo, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas?” (Romanos 2:21). ¿Cómo puedes poner en práctica este principio? Por ejemplo, si quieres que tu hermano o hermana respete tu privacidad, tú también debes llamar a la puerta antes de entrar en su habitación, o pedir permiso antes de leer sus mensajes de texto o de correo electrónico.
  3. No te ofendas enseguida. ¿Por qué es este un buen consejo? Porque, como dice un proverbio bíblico, “enojarse es una tontería” (Eclesiastés 7:9La Palabra de Dios para Todos). Si te ofendes con facilidad, vivirás amargado. Es verdad, tu hermano hará o dirá cosas que te molestarán. Pero pregúntate: “¿Le hice yo algo parecido alguna vez?” (Mateo 7:1-5). Jenny cuenta: “Cuando tenía 13 años, pensaba que mi opinión era la más importante y que debía ser oída. Mi hermana menor está ahora en una etapa similar, así que trato de no enfadarme por las cosas que dice”.
  4. Perdona y olvida. Los problemas graves hay que analizarlos y resolverlos. Pero ¿debes reprocharle a tu hermano cada error que cometa? Jehová Dios se alegra cuando estás dispuesto a “pasar por alto la transgresión” (Proverbios 19:11). Alison, de 19 años, explica: “Por lo general, mi hermana Rachel y yo podemos resolver bien nuestras diferencias. Las dos nos disculpamos enseguida y luego explicamos lo que nos parece que fue la causa de la pelea. A veces, antes de hablar de un problema, lo consulto con la almohada. A menudo, a la mañana siguiente es como si no hubiera pasado nada, y ni siquiera tengo que mencionarlo”.
  5. Pide a tus padres que hagan de mediadores. Si no te ves capaz de resolver un problema importante con tu hermano, tus padres podrían ayudarte a hacer las paces (Romanos 14:19). Recuerda, no obstante, que saber solucionar conflictos sin recurrir a los padres es un indicador de progreso hacia la auténtica madurez.
  6. Valora las buenas cualidades de tus hermanos.Seguro que tienen cualidades que tú admiras.
   En vez de obsesionarte con las faltas de tus hermanos, ¿por qué no buscas una oportunidad para decirles lo que te gusta de ellos? (Salmo 130:3Proverbios 15:23.)

   Realidad de la vida: Cuando te vayas de casa, a veces te verás rodeado de gente que te irrite: compañeros de trabajo y otras personas que actuarán de forma grosera, insensible y egoísta. Tu hogar es el sitio donde puedes aprender a resolver pacíficamente los conflictos. Si tienes un hermano con quien resulta difícil llevarse bien, mira el lado bueno del asunto: te está ayudando a adquirir habilidades útiles para la vida.

   La Biblia reconoce que un hermano o hermana no siempre será el compañero más íntimo que tengas (Proverbios 18:24). Pero puedes fortalecer tu amistad con tus hermanos si tanto ellos como tú “continúan soportándose unos a otros”, aun cuando tengas alguna “causa de queja” válida contra ellos (Colosenses 3:13). Si haces eso, es probable que tus hermanos dejen de irritarte tanto. Y que incluso  les hagas enojar menos a ellos.

Extraído de ¡Despertad! de agosto de 2010

¿Cómo puedo controlar mis gastos?

“Con frecuencia me doy cuenta de que quiero comprar algo que no necesito ni me puedo permitir, solo porque está de oferta.”—Anna (Brasil).*
“A veces mis amigos me invitan a hacer cosas que salen caras. Pero yo quiero estar con ellos y divertirme. A nadie le gusta decir: ‘Lo siento, pero no tengo el dinero’.”—Joan (Australia).
¿T
IENES la impresión de que nunca te alcanza el dinero para tus gastos? Bastaría con que la paga que recibes de tus padres o tu sueldo fueran un poco más altos para que pudieras comprarte ese juego que quieres o esos zapatos que “necesitas”. Pues bien, ¿y si en vez de pensar en el dinero que no tienes, aprendes a controlar el que sí tienes?

Si todavía vives con tus padres, podrías esperar a independizarte para aprender a hacer un presupuesto, pero eso sería como si alguien se tirara de un avión sin antes aprender a usar el paracaídas. Aunque tal vezlograra averiguar cómo funciona mientras cae, ¿no crees que sería mucho mejor que se familiarizara con su uso básico antes de saltar?
De igual modo, el mejor momento para que aprendas a administrar el dinero es antes de tener que enfrentarte a la cruda realidad económica de la vida. “El dinero es para una protección”, escribió el rey Salomón (Eclesiastés 7:12). Pero para que te proteja, primero debes aprender a controlar tus gastos. Si lo logras, adquirirás más confianza en ti mismo y tus padres te tendrán más respeto.

Aprende lo esencial

¿Has preguntado alguna vez a tus padres qué gastos conlleva mantener a una familia? Por ejemplo: ¿sabes cuánto se paga cada mes por la electricidad, la calefacción y el agua, y cuánto cuesta mantener un automóvil, comprar alimentos y pagar la renta o la hipoteca? Tal vez te parezca aburrido hablar de estos gastos, pero recuerda que tú también contribuyes a ellos. Además, si decides independizarte, tendrás que empezar a pagarlos tú, así que te conviene familiarizarte con ellos. Pide a tus padres que te muestren algunas facturas y que te expliquen cómo se organizan para pagarlas.
Padre enseñando a su hija a hacer un presupuesto
¿Por qué no les pides a tus padres que te enseñen a hacer un presupuesto?
Cierto proverbio bíblico dice: “El sabio escucha y absorbe más instrucción, y el entendido es el que adquiere dirección diestra” (Proverbios 1:5). Anna, mencionada antes, cuenta: “Con mi padre aprendí a hacer un presupuesto y lo importante que es administrar los fondos familiares de manera organizada”. Su madre, por otra parte, le dio otras lecciones prácticas. “Me enseñó a comparar precios antes de comprar —explicaAnna—. Mi madre hacía maravillas con una cantidad mínima de dinero.” ¿Cómo benefició toda esta instrucción a Anna? “Ahora soy capaz de administrarme yo misma—contesta—. Soy muy cuidadosa con lo que gasto y así disfruto de la libertad y la tranquilidad que resultan de no tener deudas innecesarias.”

Reconoce los obstáculos

Con todo, hay que reconocer que en la práctica no te resultará tan fácil controlar los gastos, en especial si todavía vives con tus padres y recibes una paga de ellos o te ganas tu propio sueldo. ¿Por qué es esto así? Porque es probable que tus padres estén pagando la mayor parte de las facturas y que, por tanto, tú puedas gastar en lo que quieras gran parte de tu dinero. Y gastar puede ser divertido. “Es fácil y me gusta”, admite Paresh, un joven de la India. Sarah, de Australia, piensa lo mismo: “Me encanta comprar”.
Quizás tengas que luchar también contra la presión de tus amigos para que gastes más de la cuenta. Ellena, que tiene 21 años, dice: “Ir de compras se ha convertido en uno de los principales pasatiempos de mis amigas. Cada vez que salimos, parece haber una norma no escrita de que hay que gastar dinero para divertirse”.
Es normal que quieras encajar en tu grupo de amigos, pero pregúntate: “¿Gasto dinero cuando estoy con ellos porquepuedo permitírmelo o porque pienso que tengo que hacerlo?”. Muchas personas lo hacen para ganarse el respeto de sus amigos y compañeros. No obstante, este hábito puede provocarte graves problemas económicos, sobre todo si tienes tarjeta de crédito. La asesora financiera Suze Orman advierte lo siguiente: “Si siente la necesidad de impresionar a los demás por lo que posee y no por lo que es, hay muchas posibilidades de que se endeude con la tarjeta de crédito”.
Joven abre su billetera vacía

¿SERÁ TENER MÁS DINERO LA SOLUCIÓN?

¿Crees que ganar más dinero te ayudará a solucionar tu falta de control de los gastos? “Todos pensamos que un sueldo elevado bastará para resolver nuestros problemas económicos, pero son pocas las veces que sucede así”, comenta la asesora financiera Suze Orman.
Un ejemplo: imagínate que estás al volante de un auto que no puedes controlar o que lo manejas con los ojos cerrados. ¿Crees que echando más gasolina en el depósito te sentirás más seguro? ¿Piensas que aumentarán las posibilidades de que llegues sano y salvo a tu destino? De igual modo, si no aprendes a controlar tus gastos, ganar más dinero no mejorará tu situación.
En vez de llegar al límite de crédito de tu tarjeta o de gastarte todo el sueldo de golpe, ¿por qué no pruebas el método de Ellena? Ella explica: “Si voy a salir con mis amigas, hago cálculos y me impongo un límite. Dado que mi sueldo se ingresa directamente en el banco, solo saco la cantidad que necesito para salir. También me ha resultado práctico ir de compras solo con las amigas que son cuidadosas con el dinero y que me animan a buscar los mejores precios en vez de comprar lo primero que encuentro” (Proverbios 13:20).

Una valiosa lección cuando te dicen no

Aunque no recibas paga ni salario, puedes aprender grandes lecciones sobre la administración del dinero mientras todavía vives con tus padres. Pongamos por caso que les pides que te den dinero o que te compren algo, y ellos te responden que no. ¿Te preguntas por qué? Tal vez sea porque lo que quieres cuesta más de lo que permite el presupuesto familiar. Al negarte lo que pides, aun cuando les gustaría complacerte, te están poniendo un magnífico ejemplo de autodominio, una cualidad esencial para administrar bien el dinero.
También es posible que tus padres estén en situación de complacerte y, sin embargo, opten por no hacerlo. Quizás creas que son unos tacaños. Pero piénsalo bien: tal vez quieran enseñarte la valiosa lección de que tu felicidad no depende de obtener todo lo que desees. La Biblia dice al respecto: “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos” (Eclesiastés 5:10).
Lo anterior se ve claramente en el caso de muchos jóvenes a los que sus padres compran todo lo que quieren y aun así, nunca están contentos. Sin importar cuántas cosas tengan, siempre sienten que necesitan comprar algo más. Con el paso del tiempo, los jóvenes acostumbrados a recibir todo lo que piden pueden convertirse en adultos desagradecidos. Salomón advirtió: “Si uno viene mimando a su siervo [o a un hijo] desde la juventud, este hasta llegará a ser un ingrato en el período posterior de su vida” (Proverbios 29:21).

La relación del dinero con el tiempo

En algunas culturas se dice que “el tiempo vale dinero”. En otras palabras, si se aprovecha el tiempo se gana dinero, lo que implica que si se malgasta el tiempo se pierde dinero. Pero esta idea, a la inversa, también es cierta: si malgastas el dinero, también pierdes el tiempo que te tomó ganarlo. Por eso, aprende a controlar tus gastos y aprenderás a la vez a aprovechar tu tiempo. ¿Por qué decimos eso?

TOMA EL CONTROL

¿Cuánto dinero gastaste el mes pasado? ¿En qué lo gastaste? ¿No lo sabes? A continuación te damos algunas sugerencias para controlar tus gastos antes de que estos te controlen a ti.
  • Apunta tus gastos. Al menos durante un mes, toma nota de cuánto dinero recibes y cuándo lo recibes. Apunta todo artículo que compres y cuánto te cuesta. Al finalizar el mes, suma lo que recibiste y lo que gastaste.
  • Hazte un presupuesto. En una hoja en blanco, dibuja tres columnas. En la primera, anota los ingresos que esperas recibir durante el mes. En la segunda, escribe en qué planeas gastar el dinero; tus gastos del mes anterior te pueden servir de orientación. Conforme vaya pasando el mes, apunta en la tercera columna los gastos reales que tienes: tanto los que habías previsto, como los que no.
  • Ajusta tus gastos. Si estás gastando más de lo previsto en algunas cosas y te estás endeudando, haz ajustes. Paga tus deudas y sigue controlando los gastos.
    Fíjate en lo que comenta Ellena: “Cuando controlo mis gastos, también controlo cuánto tengo que ganar. Haciéndome un presupuesto realista y ateniéndome a él, no me veo obligada a trabajar muchas horas para pagar grandes deudas, así que tengo mayor control de mi tiempo y de mi vida”. ¿No te gustaría tener el mismo control sobre tu vida?

Extraído de  ¡Despertad!  de junio de 2006

¿Cómo puedo controlar mi genio?

Niño con Mal Genio (Molesto, Bravo)

Mitos y realidades

¿Te cuesta mucho controlarte cuando te enojas? Si tienes ese problema, hay cosas que pueden ayudarte. Pero, antes que nada, conviene derrumbar algunos mitos.

Mito: “No puedo controlarme. En mi familia, todos tienen un temperamento muy fuerte”.
Realidad: Quizá seas alguien “dispuesto a la furia” por la influencia de tu familia, tu entorno u otros factores (Proverbios 29:22). Pero en tu mano está controlar esa furia. Así que plantéate lo siguiente: ¿qué prefieres: controlar tus emociones, o dejar que ellas te controlen a ti? Hay jóvenes que han aprendido a dominarse, y tú también puedes hacerlo (Colosenses 3:8-10).
Texto bíblico clave: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad” (Efesios 4:31).

Mito: “Es mejor desahogarse que reprimirse”.
Realidad: Ambas formas de reaccionar pudieran afectar tu salud. Sin duda, hay momentos en que conviene dar salida a las preocupaciones (Job 10:1). Pero eso no significa que debas andar por ahí como un cartucho de dinamita a punto de estallar. Tú puedes aprender a expresar emociones muy intensas sin necesidad de explotar.
Texto bíblico clave: “El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos, [...] manteniéndose reprimido bajo lo malo” (2 Timoteo 2:24).

LO QUE OPINAN OTROS JÓVENES

Alexis
“Desahogarme escribiendo en mi diario o hablando con mi madre me ayuda a mantener la calma.”(Alexis, de Estados Unidos)

Elizabeth
“Cuando estoy muy agobiada, salir a dar una caminata rápida me ayuda a liberar el estrés y a despejarme.” (Elizabeth, de Irlanda)

Graeme
“Me aíslo mentalmente de la situación y me pregunto qué pasaría si me pusiera a gritar. Siempre acabo dándome cuenta de que no serviría de nada.”(Graeme, de Australia)

Mito: “Si soy amable con todos, la gente me pisoteará”.
Realidad: La gente sabe que hace falta ser realmente fuerte para dominarse, así que te respetarán más si lo haces.
Texto bíblico clave: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres” (Romanos 12:18).

Recomendaciones para dominar tu genio

Si eres temperamental por naturaleza, hasta ahora quizás hayas culpado a otros de tus rabietas. Por ejemplo, ¿has dicho alguna vez que alguien te provocó o te hizo perder los estribos? En ese caso, tus propias palabras indican que son otros quienes manejan el control remoto de tus emociones, y no tú mismo. ¿Cómo puedes recuperarlo? A continuación se dan algunas recomendaciones.

Asume tu responsabilidad. En primer lugar debes reconocer que tus enojos dependen única y exclusivamente de ti. Así que no acuses a los demás. En vez de decir que alguien te provocó o te hizo perder los estribos, reconoce que  te dejaste provocar o que  perdiste los estribos. Una vez que asumas la responsabilidad de tus actos, te será más fácil controlarte (Gálatas 6:5).

Prevé el problema. La Biblia dice: “El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias” (Proverbios 22:3Nueva Versión Internacional). De manera que la clave radica en prever el problema. Pregúntate: “¿Cuándo es más probable que estalle?”. Por ejemplo, una joven llamada Megan admite: “Trabajo de noche, y cuando termino mi turno, estoy cansadísima. En esos momentos, casi cualquier cosa puede sacarme de mis casillas”.

Prepárate para reaccionar mejor. Cuando te sientas provocado, respira hondo, baja la voz y habla despacio. En vez de lanzar una acusación del tipo: “¡Me robaste el suéter!”, intenta explicar cómo te afectó la situación. Podrías decir algo así: “Cuando quiero ponerme un suéter y descubro que te lo has llevado sin permiso, me da mucha rabia”.

Piensa en las consecuencias. Hay varios principios bíblicos que te ayudarán. Veamos algunos.
Olla con agua hirviendo
Tú eres quien decide si vas a hervir de ira o no
Proverbios 12:18: “Existe el que habla irreflexivamente como con las estocadas de una espada”. Las palabras pueden herir, y si pierdes los estribos, seguramente dirás algo que después lamentarás.
Proverbios 29:11: “Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir, pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último”. A la larga, los arranques de ira solo consiguen que parezcas un tonto.
Proverbios 14:30: “Un corazón calmado es la vida del organismo”. El mal genio perjudica la salud. Una joven de nombre Anita cuenta: “En mi familia hay muchos con presión alta. Y como tengo tendencia a estresarme, me lo pienso dos veces antes de perder el control”.
¿Qué aprendemos de esto? Que conviene pensar en las consecuencias de lo que uno dice o hace. Heather, de 18 años, confiesa: “Suelo preguntarme: ‘¿Qué pensará esta persona de mí si pierdo los estribos? ¿Cómo afectará eso nuestra relación? ¿Cómo me sentiría si alguien me hiciera lo mismo a mí?’”. Por tanto, hazte estas preguntas u otras parecidas antes de responder en persona, por teléfono, por correo o mediante un mensaje por el celular o la computadora.


Pide ayuda. “El hierro se afila con hierro, y el ser humano aprende de sus semejantes” (Proverbios 27:17,La Palabra de Dios para Todos). ¿Por qué no preguntas a uno de tus padres o a un amigo maduro cómo logra mantenerse tranquilo?

Comprueba tus progresos. Escribe cómo te está yendo. Cada vez que pierdas el control, anota: 1) lo que ocurrió, 2) cómo reaccionaste, y 3) qué respuesta hubiera sido mejor. Con el tiempo descubrirás que has aprendido a reaccionar de la mejor manera.

Extraída de ¡Despertad!  de septiembre de 2009