miércoles, 30 de noviembre de 2011

¿Cómo puedo controlar mis emociones?

  • “Me pongo furiosa con mis padres y les digo disparates. Luego me voy hasta que se me pasa.”
    Kate, de 13 años.
  • “Mi batalla personal es contra la inseguridad. A veces siento que me muero por dentro.”
    Ivan, de 19 años.
LAS emociones suelen ejercer una enorme influencia en nuestra manera de pensar y actuar, al grado de convertirse en motor de nuestra conducta, sea buena o mala, y de llegar incluso a abrumarnos. “Pocas veces creo que doy la talla —afirma Jacob, de 20 años—. Por lo general, me parece que me quedo corto, y en ocasiones me echo a llorar, o me enojo tanto que me desquito con quienes tengo al lado. Me cuesta una barbaridad controlar lo que siento.”
No obstante, el proceso de madurar, de hacernos adultos responsables, implica aprender a refrenar las emociones. Hasta hay especialistas que consideran la capacidad de controlarse —así como la de tratar con la gente— más útil que la propia inteligencia. En todo caso, la Biblia concede gran valor al autodominio. Por ejemplo, a “quien no sabe dominar sus impulsos” lo compara a una “ciudad sin muralla y expuesta al peligro” (Proverbios 25:28, Versión Popular). Ahora bien, ¿por qué resulta tan complicado lograr este objetivo?

Más problemático en la juventud

Aunque controlar los sentimientos es difícil para personas de toda edad y situación, suele serlo aún más para ti, que vas en camino a convertirte en adulto. Así lo reconoce Ruth Bell en su libro Cuerpos en cambio, vidas en cambio: “La mayoría de los adolescentes experimentan una mezcla de emociones a la vez, emociones bellas, locas y atemorizantes. Son muchas las personas que al mismo tiempo tienen sentimientos opuestos respecto a algo. [...] En un momento sientes de una forma y al momento siguiente ya sientes de forma opuesta”.
La juventud y la inexperiencia van de la mano (Proverbios 1:4). Por eso, cuando afrontas un desafío o una situación desconocida, es natural que te sientas algo inseguro e incluso confundido. Afortunadamente, el Creador te entiende y conoce hasta tus “pensamientos inquietantes” (Salmo 139:23). Además, en su Palabra nos brinda principios útiles.

La clave para dominar las emociones

Para no perder las riendas es esencial dominar los pensamientos, ya que el pesimismo puede dejarnos sin energías para hacer nada (Proverbios 24:10). Pero ¿cómo se aprende a adoptar una actitud optimista que te ayude a controlar los sentimientos?
Primero, niégate a darle vueltas a cualquier cuestión que te deprima o agrave tu inseguridad. Como dice la Biblia, debemos centrarnos solo en las cosas que sean “de seria consideración” y “justas”, adoptando ideas positivas y dejando de lado las negativas (Filipenses 4:8). No es fácil, pero con empeño es posible.
Examinemos lo que dijo en cierta ocasión una joven llamada Jasmine: “Estoy agobiadísima con todo: el nuevo trabajo, las nuevas responsabilidades... Tengo los nervios destrozados y me cuesta hasta respirar”. Como vemos, no es de extrañar que cualquier adolescente se vea así en algún momento, y que por ello se sienta inseguro de sí mismo. De hecho, la Biblia nos habla de Timoteo, un hombre joven que, aunque era idóneo para las labores que se le habían encargado, al parecer luchaba contra sentimientos de ineptitud (1 Timoteo 4:11-16; 2 Timoteo 1:6, 7).
Es posible que tú también dudes de ti mismo cuando tengas que realizar una tarea nueva o que no conozcas bien. Tal vez pienses: “Jamás voy a conseguirlo”. Pero lograrás superar tus incertidumbres si te concentras en efectuar bien la labor, despides de la cabeza las ideas negativas, planteas preguntas y sigues las instrucciones que recibas (Proverbios 1:5, 7).
Para no perder las riendas emocionales es esencial dominar los pensamientos
Cuanta más habilidad adquieras, menos vacilaciones tendrás. No te obsesiones con tus deficiencias ni permitas que te paralicen y te disuadan de esforzarte por mejorar. Cuando el apóstol Pablo fue blanco de críticas, replicó: “Aunque yo sea inexperto en el habla, ciertamente no lo soy en conocimiento” (2 Corintios 10:10; 11:6). De igual modo, crecerá la confianza en ti mismo si reconoces tus puntos fuertes y le pides a Dios que te ayude a superar los débiles. Él de veras puede apoyarte, como hizo con sus siervos del pasado (Éxodo 4:10).
Otro paso útil es fijarte metas alcanzables y aceptar tus limitaciones. No seas un juez implacable al compararte con los demás. En Gálatas 6:4 hallamos este excelente consejo bíblico: “Cada uno pruebe lo que su propia obra es, y entonces tendrá causa para alborozarse respecto de sí mismo solo, y no en comparación con la otra persona”.

Cómo aplacar la ira

Otro desafío es apaciguarnos si nos invade la ira. Al igual que Kate, mencionada al principio, muchos jóvenes se dejan arrastrar por la furia y adoptan actitudes dañinas —e incluso destructivas— tanto al hablar como al actuar.
Por supuesto, es normal sentirse enojado a veces. No obstante, piensa en el primer asesino: Caín. Cuando él “se enardeció de gran cólera”, Dios le advirtió de que la furia podría llevarle a cometer un pecado grave y le preguntó: “Tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?” (Génesis 4:5-7). Aunque Caín desoyó aquel aviso divino, tú no tienes por qué pecar, ya que puedes reprimir la ira con la ayuda de Jehová.
Una vez más, es cuestión de disciplina mental. Bien dice la Biblia en Proverbios 19:11: “La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión”. Cuando alguien te incomode, trata de entender la razón por la que actúa así. ¿Será porque pretende lastimarte, o porque es impulsivo y no se da cuenta? Si eres tolerante con los demás, reflejarás la misericordia de Dios y te será más fácil calmarte.
En el caso de que tengas motivos para estar enfadado, ¿qué puedes hacer? La Biblia responde: “Estén airados, y, no obstante, no pequen” (Efesios 4:26). Si es preciso, habla con quien te haya ofendido (Mateo 5:23, 24). Pero lo mejor tal vez sea pasarlo por alto, sosegarte y continuar con tu vida normal.
Cabe señalar que tus amistades influyen en tu forma de manejar la ira. De ahí que la Biblia exhorte: “No tengas compañerismo con nadie dado a la cólera; y con el hombre que tiene arrebatos de furia no debes entrar, para que no te familiarices con sus sendas y ciertamente tomes un lazo para tu alma” (Proverbios 22:24, 25).
Si te rodeas de personas que procuran controlar sus emociones, te costará menos cultivar autodominio. Las congregaciones de los testigos de Jehová están llenas de cristianos maduros que demuestran esta actitud, muchos de ellos con más edad y experiencia que tú. Trata de conocer a algunos y fíjate en cómo lidian con sus conflictos. Quizás hasta te den “dirección diestra” para afrontar los tuyos (Proverbios 24:6). Jacob, de quien hablamos antes, dice: “Para mí es muy valioso contar con un amigo maduro que me recuerde los consejos de la Palabra de Dios. Cuando tengo presente que Jehová me ama como soy, con mis inseguridades, siento que tengo el timón en las manos y puedo conservar la calma”.

Otras medidas prácticas

Un popular libro de gimnasia dice: “Un sinfín de estudios han demostrado que la forma de mover el cuerpo influye en el estado de ánimo a través de la bioquímica. Los niveles de hormonas y oxígeno cambian de acuerdo con el tipo de movimiento”. Sin lugar a dudas, es beneficioso mantener el cuerpo activo. En efecto, la Biblia admite que “el ejercicio físico es de algún provecho” (1 Timoteo 4:8, Hendriksen). Así pues, ¿por qué no te fijas un programa equilibrado para realizarlo? Seguramente te sentirás mejor. También te será útil seguir una dieta sana.
Examina, además, la música y diversiones que eliges. Según The Harvard Mental Health Letter, “los espectáculos violentos [...] fomentan sentimientos de ira y agresividad. [...] Los participantes [en un estudio] que vieron películas violentas tuvieron más ideas agresivas y la tensión arterial les subió”. Así pues, decide bien qué vas a ver y escuchar (Salmo 1:1-3; 1 Corintios 15:33).
En último término, lo mejor para controlar las emociones es establecer una amistad estrecha con el Creador, quien nos invita a todos a orarle y expresarle nuestros sentimientos y emociones. Pablo exhortó: “No se inquieten por cosa alguna, sino [...] dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales”. Como ves, es posible vigorizar nuestro interior a fin de ser capaces de aguantar cualquier situación. Así lo indicó el apóstol al agregar: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:6, 713).
Una joven llamada Malika expresa así su sentir: “He aprendido a estar orando a cada rato. Saber que Jehová me ama me tranquiliza y me permite controlar mejor mis emociones”. Con el apoyo de Dios, tú también lo lograrás.

Articulo extraído de ¡Despertad!  del 22 de febrero de 2005
 

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